martes, 18 de diciembre de 2012

Érase una vez ... Hansel y Gretel


 
Jamás escribo nada sobre los lugares que visito y las sensaciones que me producen, pero esta vez es diferente; este lugar no tenía nada, estaba vacío pero fue especial.

Hacía mucho frío, caía la tarde y estábamos en mitad del bosque; llevábamos caminando un buen rato buscando una localización y barajábamos la posibilidad de dar la vuelta y regresar. De pronto y sin esperarlo, al girar en el camino se mostró ante nosotros. No era lo que buscábamos, pero como si de algo mágico se tratase apareció entre los árboles, surgida de la nada. No era muy grande, de planta pequeña pero bastante alta. A medida que nos acercábamos tuve la sensación de que era la casa perfecta.

Un camino estrecho cubierto de hojas secas nos llevaba directos a ella, a medida que avanzábamos nos decidimos a entrar. Ahí no había entrado nadie en muchos años!!!! Ni grafittis, ni vandalismo, sólo los desperfectos que ocasiona el paso del tiempo a través de los cristales rotos de las ventanas y a través del tejado; era muy sencilla, muy simple, aunque a veces las cosas sencillas son las más hermosas.

Estaba vacía, sin muebles, no tenía absolutamente nada. El azul de las paredes lo envolvía todo, y a mí me envolvió con ella. La cocina, con los armarios empotrados, respiraba dulzura. Los pasillos y las escaleras se habían detenido en el tiempo, las chimeneas de las habitaciones ya no daban calor y los rosetones del techo ya no sostenían ninguna lámpara que diera luz. Vacía y aún así resultaba perfecta.

Era uno de esos sitios que te hacen sentir cómodo, como en casa. Me habría quedado allí, en medio del bosque, sentada en el suelo junto a la chimenea sin hacer nada, sin pensar en nada durante horas, sólo respirando su aire, escuchando su historia, viviendo su vida, dejando inobedientes mis sentidos para notarlos suspendidos en su aire, hasta que expirase el día con su luz enfermiza convirtiendo el orbe en blando sueño; hasta notar el frío de la nada y descansar limpiamente sobre el polvo acumulado en su suelo.

A pesar del vacío había encontrado la perfección y estaba nuevamente sumergida en un cuento de hadas, en la casa de Hansel y Gretel, en el Paradiso Perduto de Dickens.